Jurassic World: renace. La franquicia involuciona
POR: JAVIER QUINTANAR POLANCO
12-07-2025 15:07:31

Jurassic Park (o Parque Jurásico, título en español para nuestro país) fue estrenada mundialmente en 1993. Su lanzamiento significó la consagración de Steven Spielberg como uno de los grandes magos en lo que a contar historias se refiere, y también como uno de los más rentables de esa década. Se volvió (sin exagerar) un hito cinematográfico alrededor del mundo (principalmente por sus grandes avances y aportaciones al cine en el terreno tecnológico) y sobre todo volvió a poner de moda en el séptimo arte (y en la cultura pop) a los dinosaurios, como encarnaciones de nuestros más locos sueños o aterradoras pesadillas.
Un cambio de milenio y varias secuelas han pasado desde entonces. Y la franquicia creada por Spielberg (a partir de la obra literaria de Michael Crichton) ha ido más bien en caída libre, siendo uno de sus puntos más bajos la desastrosa entrega estrenada dos años después de la pandemia por COVID-19, Jurassic World: Dominio (Jurassic World: Dominion, Trevorrow, 2022). En un intento por evitar que la saga se extinga, este 2025 se estrena Jurassic World: renace (Jurassic World: Rebirth), la cual reúne al veterano escritor David Koepp (guionista de las primeras dos películas); a un elenco de grandes estrellas contemporáneas encabezado por Scarlett Johansson, Mahershala Ali, Jonathan Bailey, Rupert Friend, Ed Skrein y el mexicano Manuel García Rulfo; así como al realizador Gareth Edwards (Monsters, Godzilla, Rogue One: una historia de Star Wars).
Retomando los eventos ocurridos en su predecesora, y situando su historia años después de los mismos, el filme establece que los dinosaurios (una vez más) se enfrentan a su extinción y el único lugar donde existen las condiciones óptimas para su supervivencia se encuentra en un punto cercano al Ecuador de la tierra. Hasta ese punto específico se desplaza una expedición organizada por Martin Krebs (Friend) ejecutivo representante de la empresa farmacéutica Parker Genix, quienes los han estudiado por años y han llegado a la conclusión de que su sangre encierra la clave para curar diversas enfermedades, especialmente aquellas de tipo cardíaco. Pero para poder trabajar en dicha cura, es necesario obtener dosis frescas de ese líquido, proveniente de diferentes ejemplares de esas criaturas.
Así, Krebs contrata los servicios de un grupo de mercenarios comandados por Zora Bennett (Johansson) y Duncan Kincaid (Ali), para ir hasta ese lugar y conseguir las muestras requeridas. Complementa el equipo con el Dr. Henry Loomis (Bailey), un experto paleontólogo al cual requiere para ayudarle a identificar a las especies precisas requeridas, así como para asesorarse con él en otros temas vinculados a la localización exacta, hábitos y conductas de dichos animales. Loomis acepta movido por la oportunidad (quizás la última) de verlos con vida y en su hábitat natural, aunque sabe los riesgos existentes y que pudiese morir en esa empresa.
Secretamente, el equipo se desplaza por vía marítima hasta la isla apartada donde ahora habitan esas especies amenazadas. Inesperadamente, en su camino se encuentran con Rubén Delgado (García Rulfo) y sus hijos, quienes al estar en una travesía vacacional por esa zona, fueron atacados por variantes acuáticas de esas bestias, haciendo naufragar a su embarcación. Rescatados por la expedición de Krebs, no tienen más remedio que acompañarlos en su peligrosa aventura.

Se adivina fácilmente lo que sigue: las vidas de todos ellos estarán en riesgo incluso desde antes de poner un pie en la isla, cuando vuelven a ser atacados por los letales cazadores marinos con los cuales la familia de Delgado se topase con anterioridad. Y de ahí continuarán los encuentros con todo tipo de dinosaurios (unos amigables, otros no), así como con una espantosa y mortal aberración creada en laboratorio, quien anda también deambulando por allí.
Irónicamente, y aunque la intención de la cinta es refrescar la franquicia, nada aquí es ni remotamente novedoso. Y de hecho, todo lo que falla en esta entrega se puede sintetizar a través de dos secuencias particulares de la misma. La primera de ellas involucra a un viejo conocido y personaje recurrente en todos los títulos de la saga desde 1993: el Tyrannosaurus rex.
Cuando el entrañable y siempre amenazador T-Rex hace acto de presencia, el largometraje gana dinamismo, tensión y emoción, recreando los mejores momentos los cuales hicieron tan popular a la saga sobre todo en sus inicios. Pero esto dura apenas unos instantes y tras resolver este encuentro entre los humanos y ese coloso de una manera extrañamente anticlimática, el relato continúa por una meseta de monotonía hasta la aparición de la siguiente amenaza potencial. Y ello se repite con la mayoría de los otros encuentros entre los personajes y sus contrapartes jurásicas. Por ahí algún personaje menciona que a la gente ya no le interesan los dinosaurios. Pero instantes como el mencionado anteriormente prueban justo lo contrario. Más bien el problema reside en otro lado.
Y complementando esto, tenemos por otra parte al Distortus rex, la aberración deforme de seis extremidades cuya apariencia pareciera el resultado de una orgía salvaje entre un Xenomorfo del universo Alien, el monstruo Rancor de Star Wars, una ballena y un Tyrannosaurus rex. En la película, se explica que esta descabellada mutación transgénica fue creada en un laboratorio con el fin de obtener atracciones nunca antes vistas para el parque de diversiones el cual pudimos ver en Mundo Jurásico (Jurassic World, Trevorrow, 2015), pero termina por salirse de control. Y aunque desde el tráiler se vendía a tal abominación como el gran antagonista de esta nueva entrega, lo cierto es que al final resulta un tanto decepcionante.
Algo parecido resulta con el argumento de Koepp, el cual pareciera emular guionísticamente hablando al Distortus rex, al combinar caóticamente toda serie de premisas y situaciones presentes en buena parte de las entregas anteriores, para tratar de crear con ellas una narración atractiva, dinámica, e inclusive novedosa. Pero los resultados dejan mucho que desear y engendra en su lugar un guion torpe, lleno de situaciones absurdas y contradicciones, con personajes (e incluso criaturas) los cuales, en el mejor de los casos; funcionan como meros macguffins para que los protagonistas centrales avancen por una trama deformada y ridícula -especialmente en su apoteosis-, la cual se mueve lenta y torpemente por la pantalla como un pesado Diplodocus, yendo hacia un rumbo incierto.
Una dirección muy errática, un ritmo irregular, pocas actuaciones que valgan la pena recordar (como la de Bailey, por ejemplo), personajes cuyas motivaciones cambian a cada momento, y otros que salen sobrando (la familia Delgado podía eliminarse del guion sin afectarlo), un desenlace irrisorio, desiguales efectos especiales y visuales… son factores los cuales tornan este renacer en una involución de la franquicia la cual, paradójicamente parece haberse salvado de la extinción gracias a los excelentes resultados obtenidos en taquilla. Lo dicho: a pesar de su historia incoherente y endeble (que parece escrita de forma rudimentaria con IA), los dinosaurios nunca fueron el problema y por ello siguen vendiendo… incluso en un verano donde buena parte de los blockbusters de temporada están quedando a deber.
Jurassic Park (o Parque Jurásico, título en español para nuestro país) fue estrenada mundialmente en 1993. Su lanzamiento significó la consagración de Steven Spielberg como uno de los grandes magos en lo que a contar historias se refiere, y también como uno de los más rentables de esa década. Se volvió (sin exagerar) un hito cinematográfico alrededor del mundo (principalmente por sus grandes avances y aportaciones al cine en el terreno tecnológico) y sobre todo volvió a poner de moda en el séptimo arte (y en la cultura pop) a los dinosaurios, como encarnaciones de nuestros más locos sueños o aterradoras pesadillas.
Un cambio de milenio y varias secuelas han pasado desde entonces. Y la franquicia creada por Spielberg (a partir de la obra literaria de Michael Crichton) ha ido más bien en caída libre, siendo uno de sus puntos más bajos la desastrosa entrega estrenada dos años después de la pandemia por COVID-19, Jurassic World: Dominio (Jurassic World: Dominion, Trevorrow, 2022). En un intento por evitar que la saga se extinga, este 2025 se estrena Jurassic World: renace (Jurassic World: Rebirth), la cual reúne al veterano escritor David Koepp (guionista de las primeras dos películas); a un elenco de grandes estrellas contemporáneas encabezado por Scarlett Johansson, Mahershala Ali, Jonathan Bailey, Rupert Friend, Ed Skrein y el mexicano Manuel García Rulfo; así como al realizador Gareth Edwards (Monsters, Godzilla, Rogue One: una historia de Star Wars).
Retomando los eventos ocurridos en su predecesora, y situando su historia años después de los mismos, el filme establece que los dinosaurios (una vez más) se enfrentan a su extinción y el único lugar donde existen las condiciones óptimas para su supervivencia se encuentra en un punto cercano al Ecuador de la tierra. Hasta ese punto específico se desplaza una expedición organizada por Martin Krebs (Friend) ejecutivo representante de la empresa farmacéutica Parker Genix, quienes los han estudiado por años y han llegado a la conclusión de que su sangre encierra la clave para curar diversas enfermedades, especialmente aquellas de tipo cardíaco. Pero para poder trabajar en dicha cura, es necesario obtener dosis frescas de ese líquido, proveniente de diferentes ejemplares de esas criaturas.
Así, Krebs contrata los servicios de un grupo de mercenarios comandados por Zora Bennett (Johansson) y Duncan Kincaid (Ali), para ir hasta ese lugar y conseguir las muestras requeridas. Complementa el equipo con el Dr. Henry Loomis (Bailey), un experto paleontólogo al cual requiere para ayudarle a identificar a las especies precisas requeridas, así como para asesorarse con él en otros temas vinculados a la localización exacta, hábitos y conductas de dichos animales. Loomis acepta movido por la oportunidad (quizás la última) de verlos con vida y en su hábitat natural, aunque sabe los riesgos existentes y que pudiese morir en esa empresa.
Secretamente, el equipo se desplaza por vía marítima hasta la isla apartada donde ahora habitan esas especies amenazadas. Inesperadamente, en su camino se encuentran con Rubén Delgado (García Rulfo) y sus hijos, quienes al estar en una travesía vacacional por esa zona, fueron atacados por variantes acuáticas de esas bestias, haciendo naufragar a su embarcación. Rescatados por la expedición de Krebs, no tienen más remedio que acompañarlos en su peligrosa aventura.
Se adivina fácilmente lo que sigue: las vidas de todos ellos estarán en riesgo incluso desde antes de poner un pie en la isla, cuando vuelven a ser atacados por los letales cazadores marinos con los cuales la familia de Delgado se topase con anterioridad. Y de ahí continuarán los encuentros con todo tipo de dinosaurios (unos amigables, otros no), así como con una espantosa y mortal aberración creada en laboratorio, quien anda también deambulando por allí.
Irónicamente, y aunque la intención de la cinta es refrescar la franquicia, nada aquí es ni remotamente novedoso. Y de hecho, todo lo que falla en esta entrega se puede sintetizar a través de dos secuencias particulares de la misma. La primera de ellas involucra a un viejo conocido y personaje recurrente en todos los títulos de la saga desde 1993: el Tyrannosaurus rex.
Cuando el entrañable y siempre amenazador T-Rex hace acto de presencia, el largometraje gana dinamismo, tensión y emoción, recreando los mejores momentos los cuales hicieron tan popular a la saga sobre todo en sus inicios. Pero esto dura apenas unos instantes y tras resolver este encuentro entre los humanos y ese coloso de una manera extrañamente anticlimática, el relato continúa por una meseta de monotonía hasta la aparición de la siguiente amenaza potencial. Y ello se repite con la mayoría de los otros encuentros entre los personajes y sus contrapartes jurásicas. Por ahí algún personaje menciona que a la gente ya no le interesan los dinosaurios. Pero instantes como el mencionado anteriormente prueban justo lo contrario. Más bien el problema reside en otro lado.
Y complementando esto, tenemos por otra parte al Distortus rex, la aberración deforme de seis extremidades cuya apariencia pareciera el resultado de una orgía salvaje entre un Xenomorfo del universo Alien, el monstruo Rancor de Star Wars, una ballena y un Tyrannosaurus rex. En la película, se explica que esta descabellada mutación transgénica fue creada en un laboratorio con el fin de obtener atracciones nunca antes vistas para el parque de diversiones el cual pudimos ver en Mundo Jurásico (Jurassic World, Trevorrow, 2015), pero termina por salirse de control. Y aunque desde el tráiler se vendía a tal abominación como el gran antagonista de esta nueva entrega, lo cierto es que al final resulta un tanto decepcionante.
Algo parecido resulta con el argumento de Koepp, el cual pareciera emular guionísticamente hablando al Distortus rex, al combinar caóticamente toda serie de premisas y situaciones presentes en buena parte de las entregas anteriores, para tratar de crear con ellas una narración atractiva, dinámica, e inclusive novedosa. Pero los resultados dejan mucho que desear y engendra en su lugar un guion torpe, lleno de situaciones absurdas y contradicciones, con personajes (e incluso criaturas) los cuales, en el mejor de los casos; funcionan como meros macguffins para que los protagonistas centrales avancen por una trama deformada y ridícula -especialmente en su apoteosis-, la cual se mueve lenta y torpemente por la pantalla como un pesado Diplodocus, yendo hacia un rumbo incierto.
Una dirección muy errática, un ritmo irregular, pocas actuaciones que valgan la pena recordar (como la de Bailey, por ejemplo), personajes cuyas motivaciones cambian a cada momento, y otros que salen sobrando (la familia Delgado podía eliminarse del guion sin afectarlo), un desenlace irrisorio, desiguales efectos especiales y visuales… son factores los cuales tornan este renacer en una involución de la franquicia la cual, paradójicamente parece haberse salvado de la extinción gracias a los excelentes resultados obtenidos en taquilla. Lo dicho: a pesar de su historia incoherente y endeble (que parece escrita de forma rudimentaria con IA), los dinosaurios nunca fueron el problema y por ello siguen vendiendo… incluso en un verano donde buena parte de los blockbusters de temporada están quedando a deber.