Soy Frankelda: Visualmente rica, emocionalmente despiadada

POR: CIRCE PAZOS

24-10-2025 00:19:48

Soy Frankelda: Visualmente rica, emocionalmente despiadada


Me voy a poner cursi, están advertidos.

Para mí, Cinema Fantasma es especial. No solo porque si hace unos quince años me hubieran dicho que habría un estudio de animación (y stop-motion) mexicano, radicado en CDMX (aún Distrito Federal), habría pensado que luego me iban a decir que la luna es de queso; también por ser innovadores, pero con respeto a la historia de su medio, de grandes sueños pero también los pies lo suficientemente en la tierra para poder dar el salto, trabajadores insaciables que constantemente buscan cómo seguir evolucionando en lo que hacen. Tienen una nutrición artística rica y balanceada, que se refleja en lo que hacen, que va desde ver todo el cine que puedan, leer tanto como sea posible y estudiar las obras que los inspiran, hasta comprender que la vida misma nutre todo lo que pones en papel, para luego dar el giro y tratar de nutrir esa vida con arte. Conocer más sobre Cinema Fantasma es el equivalente emocional de encontrar una flor rara y bella floreciendo en el pavimento quebrado de tu colonia llena de baches y grafitti, no es más que lo que la rodea, es parte de ello, es más mágico por crecer donde creció, donde yo crecí, te hace el día más especial con solo existir. Es real y es un sueño.

Todo lo anterior nos lleva a Frankelda. Ya desde el piloto en 2019, se podían ver las semillas de una historia fascinante que no tenía reparos en provocarle miedo a su joven audiencia, pero la serie, estrenada en HBO Max en 2021 lo estableció como una suerte de marca. Bocaditos de una historia muy grande envueltos en cuentos redonditos que no por eso son superficiales, vestidos además con el framing que suponen Frankelda y Herneval mismos y el misterio respecto a su situación. El verdadero manjar fue el episodio cinco, titulado Tinta Invisible, que dejó a muchos con sed de saber más acerca del misterioso mundo de los Sustos y el papel que Frankelda tenía en él. Era evidente que, si bien los Sustos de las otras historias no eran insignificantes para la audiencia, el interés específico por ese episodio era mayor. Y es de este episodio del que surge la película.


Soy Frankelda habla de Francisca Imelda Straffon, una niña mexicana en mediados de los 1800s que sueña con ser escritora a pesar de las limitaciones que vienen con la época donde vive, y también de Herneval, un Príncipe del Topus Terrentus, un plano donde habitan los llamados Sustos, que necesita ayuda para salvar a su Reino y a sus padres.


Hay más obstáculos de los que uno creería para ambos, el mayor en forma de Procustes, el Pesadillero Real, un pomposo y arrogante Susto que busca su propia conveniencia sin importar nada. La historia explora la división entre los sueños, la realidad y todo lo que queda en medio, las duplas inevitables del amor con el miedo y de la pérdida con el renacimiento. De la creación como algo que transforma no solo a uno mismo, sino al mundo a su alrededor y de los obstáculos que inevitablemente surgen. Es una carta de amor al artista y al arte, pero al arte como eso que, si bien, no nos mantiene vivos, da sentido a nuestra vida.


Soy Frankelda


Tanto a nivel behind-the-scenes, como ya en la película en sí remarca y ensalza la necesidad de la conexión genuina y la vulnerabilidad; no solo unos con otros, sino con nosotros mismos, y el hecho de que esta es la verdadera sangre de vida de la creatividad y el arte. De cómo es importante que otros crean, pero siempre será más importante que uno mismo lo haga. De cómo el enfrentamiento entre el cambio y el estancamiento es suficiente para sacudir un mundo (O dos).


Cuando uno era niño en los noventas, de repente se aparecía por ahí una de esas películas ochenteras que, a pesar de ser para niños, no temían tener imágenes más fuertes e ir a lo más oscuro para poder mostrarte lo más brillante. Ya saben. El Cristal Encantado y La Historia Interminable con su sombría y apocalíptica fantasía donde los personajes tienen que buscar la esperanza, por más pequeña, en medio de la destrucción, o Laberinto con su mundo surreal pero palpable, tan peligroso como fascinante, o La Ratoncita Valiente con su efectiva manera de sumergirte en el amor y terror que experimenta su protagonista, llevada por un conflicto muy humano, sensible y persuasivo. Nos asustaban, pero nos fascinaban, porque nada que no pueda conectar con uno en lo más profundo sería capaz de asustar en realidad.


Soy Frankelda es esa película, pero para esta generación.


Visualmente rica, emocionalmente despiadada y musicalmente fascinante. Desvergonzadamente mexicana. A pesar de lo monstruoso y raro del Topus Terrentus, sus personajes hacen eco con nosotros, en nuestras inquietudes, experiencias y necesidades, con una sinceridad que desgarra. En nuestro clima actual, es raro el que no ha sentido el terror y urgencia de los habitantes del Topus Terrentus. En la vida a todos nos ha dado miedo perder a los que amamos, todos nos hemos sentido solos aún rodeados de personas. En la faceta artística, más de uno se ha encontrado a un viejo Pesadillero demasiado dispuesto a cortar las alas de los otros para no tener que evolucionar. Así, el centro de Soy Frankelda es emocional más que intelectual. Esto refleja en su edición y en su narrativa, que le da el foco al personaje y su mundo interno más que a los beats de storytelling que hoy en día parecen regir el proceso de cómo se hace la animación. Y esto puede ser desconcertante o no ser el estilo para todos, pero genera una experiencia que, como bien dijo Don Guillermo del Toro “Hay que creer para ver”.


Soy Frankelda: Visualmente rica, emocionalmente despiadada


Para mi, el problema más grande que tiene es el mismo que tuvo la serie: Me dieron una probadita (En este caso ya fue todo el pastel) de algo fascinante y ahora me quedo con ganas de saber y ver más de este mundo, sabiendo que habrá que esperar. La película se estrena en cines en todo México este 23 de Octubre y no podría recomendarles más encarecidamente que se den el regalo de verla. Yo lo haré de nuevo. 



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